jueves, 22 de noviembre de 2012

LACTANCIA MATERNA Y VIOLENCIA SUTIL

LACTANCIA MATERNA Y VIOLENCIA SUTIL




      Ayer fue un día duro. Tenía un tema: Lactancia materna y violencia sutil; tenía que exponerlo con motivo de la semana de la igualdad y contra la violencia de género y lo preparé. Lo preparé con todo mi cariño y con todo mi cerebro. El domingo por la noche lo hice una bola, lo arrugué y lo tiré. No puedo transmitir sólo conocimientos y sólo desde mi cerebro, desde lo puramente racional. Así que lo rehice a contrarreloj, pero conseguí algo más valioso, mucho más, algo en lo que estaba yo. Y allá fui...

     Allá fui otra vez con mi cabeza por delante, con mis nervios escénicos y con mi prisa. Y allá que volví a equivocarme. Otra vez no siendo yo... hasta que volví a arrugar los papeles y a tirarlos. Y a ser yo... y finalmente dije lo que quería decir y creo que me hice entender. Sólo pretendía que cada un@ se entendiera. Sé que algun@s lo hicieron. Sólo por eso valió la pena. 

      Desde el más profundo enfado conmigo misma (muy paradójico dado el tema y el contenido de la charla en cuestión) agradezco infinitamente a tod@s l@s que ayer me acompañasteis y sobre todo a l@s que me recogisteis cuando caí con todo el equipo...

      Para quienes estábais, esto era lo que decían los papeles... para quienes no pudisteis estar, esto, lo de antes y lo que viene a continuación, es lo que hoy os comparto...

Hoy, en esta semana por la igualdad y contra la violencia de género, nos reunimos como cada año para…. ¿para recordar la violencia que se ejerce en especial sobre las mujeres? ¿para reivindicar leyes que acoten a l@s violent@s? ¿para buscar soluciones a esta barbarie? ¿para poner un granito de arena hacia un cambio?

Me quedo con lo último. Con propiciar un cambio. Pero no podemos cambiar lo de fuera, no podemos cambiar nuestro entorno, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra política, a nuestras amigas y amigos, nuestras compañeras o compañeros… no podemos cambiar a nada ni a nadie si el cambio no viene del interior de cada una y de cada uno. Esa es mi propuesta hoy. Cambiar yo, cambiarme a mi.

Si quiero acabar con la violencia, tengo que saber, en primer lugar, qué es violencia. Y violencia es la cualidad de violento, o la acción y efecto de violentar o violentarse. ¿Y lo violento? Lo violento es aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo. Lo que se ejecuta con fuerza, ímpetu o brusquedad. O que se hace contra el gusto o la voluntad de una misma.

          ¿Nos resuena esto último? ¿Lo de hacer algo contra el gusto o la voluntad de una misma? ¿Las mujeres hacemos a diario, en nuestra vida habitual, en alguna ocasión algo de esto? ¿Llevamos a cabo acciones en contra de nuestra voluntad? ¿Acciones que nos violentan? ¿Qué nos sacan de nuestro estado natural, es decir, que nos molestan, que nos contrarían, que nos enfadan, que nos dañan? Aunque de la misma definición podemos deducir que el daño ya va implícito en el hacer algo en contra de nuestra voluntad, aunque no lo sintamos, o aunque no lo sintamos en un primer momento, o en un segundo momento…. O aunque en ocasiones miremos hacia otro lado y no lo detectemos en toda una vida. El daño está. Está la violencia.

Y si seguimos afinando en la definición, podemos encontrar por los diccionarios que la violencia es una acción y/o interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que, de forma deliberada, provocan, o amenazan con hacerlo, un daño o sometimiento a un individuo o una colectividad, o los afectan de tal manera que limitan sus potencialidades presentes o futuras.

Para mí esto también es importante, porque yo me daño a diario. Ejerzo violencia sobre mí misma cada día y eso me lleva a una dinámica de daño sobre daño, de no escucharme o de escucharme e ignorarme y de vuelta a hacer lo que no quiero hacer y lo que quieren otr@s que haga y esto me lleva a una sumisión al sistema patriarcal y a una limitación de mis potencialidades presentes y mis potencialidades futuras. Reprimo mis deseos continuamente porque ya me enseñaron, ya mamé que no tenía derecho a satisfacer mis deseos y por tanto, no tenía derecho al placer. Que una niña y después una mujer no tiene derecho al placer por el placer, a sentir el pálpito de su útero, no está bien sentir la pulsión. Pero no nací con esa grabación en mis células, igual que no nació con ella mi madre, mi abuela o mi hija. Igual que no nació con ella una señora que vivió en Atapuerca hace 800.000 años y que era familia mía.

            Y es cierto que llevo sufriendo esta violencia desde bien pequeñita, y que la llevan sufriendo todas las mujeres de mi familia hasta muy atrás, y de la tuya. Pero no es menos cierto que yo puedo cambiar eso. Que puedo decidir un cambio sobre mí y ejercerlo, y trabajar cada día sobre ello.

            En mi trabajo de reflexión sobre todo este tema para hoy poder compartir con vosotras he leído mucho sobre lo que Gandhi reflexionó, y ya él detectó una lucha interna muy fuerte del ser humano consigo mismo acerca de la violencia, ya que en cuanto a que es un animal, es violento por naturaleza; pero en cuanto a ser humano, tiene la capacidad de la no-violencia. Y creo que de esto estamos hablando, de que es posible el cambio. Gandhi explicó que la no-violencia es una fuerza accesible a todas las mujeres y a todos los hombres, y que ésta es un instrumento que no tiene comparación con alguna otra arma creada por el ser humano, aunque también expresó que el camino de la no-violencia requiere una gran valentía y una confianza ciega en la vida. Tal vez esta sea la causa de que tantos años después, tanta evolución después y tanta tecnología e investigación después, sigamos ejerciendo la violencia cada día, por lo menos, contra nosotras mismas.

Y es que las mujeres soportamos mucha violencia. No ya sólo porque por el simple hecho de ser mujeres esta violencia empiece desde antes del nacimiento, en algunos países, con abortos selectivos según el sexo. O porque al nacer, los padres desesperados por tener un hijo varón pueden matar a sus bebés de sexo femenino. O no ya porque todos los años, millones de niñas sean sometidas a la mutilación de sus genitales. Ni tampoco es sólo porque las niñas tengan mayor probabilidad que sus hermanos de ser violadas o agredidas sexualmente por miembros de su familia, por personas en posiciones de poder o confianza o por personas ajenas. Ni porque en algunos países, cuando una mujer soltera o adolescente es violada, puede ser obligada a contraer matrimonio con su agresor, o ser encarcelada por haber cometido un acto “delictivo”. O porque la mujer que queda embarazada antes del matrimonio puede ser golpeada, condenada al ostracismo o asesinada por sus familiares, aunque el embarazo sea producto de una violación…. Soportamos toda esta violencia que supone vivir en una sociedad patriarcal. Y esto viene de tan lejos que ya ni sentimos como violencia esta situación continuada de rechazo hacia lo femenino, la que llevó al destierro de las diosas prehistóricas para llenar el firmamento de dioses masculinos y así poder llevar a cabo el sometimiento del otro género, el mío

Desde entonces sufrimos la violencia cotidiana del no respeto a nosotras mismas y por tanto el no respeto de los demás hacia nosotras; la violencia política de la resignación y la indiferencia que muestro ante los acontecimientos de mi comunidad, de mi país, la creencia de que no puedo participar en las decisiones, de que mi criterio no es importante o mi aportación insignificante; la violencia socio-económica de la aceptación de mi poco valor laboral, de mi poco derecho a formarme o a saber, de la falta de confianza en mí misma para gestionar mi salud y la de mis hij@s que me mantiene en la pobreza, que me hace sufrir el desempleo, subempleo, la falta o desigualdad de oportunidad de acceso a la educación…

Supongo que va quedando de relieve la evidencia de la violencia que soporta una mujer: la parte que viene de fuera y la parte que viene de mi interior, y que me hace aceptar lo de fuera con más facilidad, y que hace que lo flagrante se haga apenas imperceptible, hace de la tosquedad sutileza.

Pero una vez perfilado todo este montaje o toda esta tramoya sobre la que vivimos las mujeres, volvamos al principio. Volvamos a hablar de Atapuerca. Otro tiempo…. O el mismo tiempo…. Aquella mujer que es pariente mía y que vivía por Burgos, en la sierra. Vamos a hablar en definitiva a una sociedad prepatriarcal, en la que las mujeres, en la que aquella abuela mía, en la que yo vivía en mi “natural estado, situación o modo” de la definición de hace un rato. Cuando nací en Atapuerca nadie reprimió mis deseos, nadie me enseñó a encubrir mis pulsiones ni a ignorarlas, nadie me regañó cuando exploré mi cuerpo ni me culpabilizó por sentir placer. Mis emociones brotaban de mi cuerpo libremente y apoyaban así la implementación de las pulsiones. Estas emociones, tan sabias como las pulsiones, facilitaban la autorregulación de mi cuerpo. Y yo percibía nítidamente el sentido de cada emoción en la autorregulación corporal. Mis emociones me informaban de lo que ocurría en cada rincón de mi cuerpo. Y yo confiaba en ello, estaba conectada conmigo misma y con la naturaleza y eso me daba la sabiduría. Entendía mis procesos y no tenía miedo. Y estaba acompañada… En aquellos tiempos yo confiaba en mí misma, en mi intuición, en mi cuerpo, lo adoraba, veneraba ser mujer, disfrutaba de mi ser cíclica, mi menstruación era parte de mi grandeza, me producían placer todos y cada uno de mis procesos de mujer. Mi gestación, mi parto, mi puerperio… acompañada de mis hermanas, viviendo y conviviendo en el muttertum, me sentaba en círculo con otras mujeres y compartíamos nuestra sabiduría, nuestra magia, la crianza de nuestr@s cachorr@s.

Pero mi abuela de Atapuerca parió a otra abuela mía y esta a otra y a otra hasta llegar a una que vivió el momento en que “En la especie humana para establecer una sociedad de esclav@s, para poder acumular poder, había que cambiar el ser humano, cortarle las raíces, lo que quiere decir bloquear su sexualidad para disminuir su vitalidad, introducir un estado de carencia y de necesidad. Esto se consigue eliminando la sexualidad materno-primal, una verdadera castración que se inflige a todas las criaturas humanas. Entonces eliminada la sexualidad básica y establecido el estado de carencia se organiza un chantaje emocional sistemático para irnos llevando a dónde se nos quiere llevar (se aprende a obedecer para ser aceptad@s y sobrevivir); este chantaje subyace en todo el proceso de socialización que en realidad es una domesticación. Vivir en función de los deseos hace un ser humano libre, lleno de fuerza, iniciativa, etc., pero vivir en la carencia, en la necesidad, bloqueado en lo anímico y sexual, nos lleva al estado de sumisión. Por eso es tan importante la madre: ahí es dónde se cortan las raíces de la vida humana. San Agustín dijo: "dadme otras madres y os daré otro mundo". En lugar de la maternidad que organiza la expansión del erotismo y del placer y del complacer a las criaturas, con una madre cuya pasión es el bienestar de su prole (que es para lo que sexual y fisiológicamente estamos preparadas), se construye una maternidad patriarcal de madres que "aman" con el corazón en el mejor de los casos, pero no con las tripas, madres frías distantes, capaces de dejar a l@s niñ@s llorando; madres insensibles a los deseos e indiferentes al sufrimiento de las criaturas. Por eso se destruye la sexualidad de la mujer, para cambiar la maternidad. Se somete a la mujer para organizar una procreación en la asepsia libidinal, con cuerpos de mujer privados de sus deseos y de su sexualidad.

            Wilhelm Reich explicó que el desarrollo humano privado de su sexualidad produce un acorazamiento muscular, que es correlativo al acorazamiento psíquico; son las corazas psicosomáticas que nos insensibilizan para hacernos capaces tanto de vivir en la resignación como de ejercer la crueldad.

           Al desparecer la sexualidad de la mujer de la organización social, las niñas crecen con su sistema erógeno atrofiado, con el útero contraído; entonces el aparato reproductor funciona de una manera robotizada; el útero rígido en lugar de abrirse con suaves latidos, placenteramente, lo hace con espasmos y calambres y produce dolor a la mujer en la menstruación y en el parto. Esta ecuación REPRESION DEL DESEO MATERNO= ESTADO DE SUMISION, es decir el cómo se organiza la domesticación del ser humano” (Casilda Rodrigañez), como Casilda Rodrigañez trata de explicar en el libro “La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente”.

Y así, una mujer detrás de otra, desde la de aquel monte burgalés hace 800.000 años hasta mí, vamos viviendo una serie de realidades que han ido cargando nuestras vidas de violencia sin apenas darnos cuenta, llegamos a creer incluso que eso que nos pasa no es violencia… no podemos verla… y hasta nos sentimos avergonzadas de querer ejercer nuestros derechos: a parir, a amamantar, a criar, a decidir sobre nuestros cuerpos, a cambiar de opinión sin que se nos castigue por eso. Así que las mujeres del siglo XXI en ocasiones nos sentimos desorientadas… sabemos que algo no está bien… incluso a veces podemos darnos cuenta de dónde hacer el giro… pero seguimos perdidas… parece que caminando en la neblina estamos descubriendo que tenemos un poder femenino que hemos tenido siempre, y sin embargo aquí estamos presas… atadas para parir, víctimas de la violencia obstétrica, atadas para amamantar, llenas de miedos al criar… pensando que tod@s l@s de alrededor tienen razón menos nosotras… os invito, mujeres a escucharos, a escucharnos. A permitir que todo nuestro poder ancestral sea convocado, sobre todo en nuestro momento de maternidad. 



PRESENTACIÓN LACTANCIA MATERNA Y VIOLENCIA SUTIL

1 comentario:

  1. chapó!!!!
    estoy de acuerdo en que cuando te dejaste llevar y rompiste los papeles es cuando todo fluyó...
    pero de todo se aprende preciosa y esto también es un camino.
    mil besos

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